jueves, 30 de abril de 2015

Incendios y Síndrome de Diógenes (II)

En la primera parte de este artículo se explicaban las caraterísticas del síndrome de acumulación, en la segunda entrega de este artículo se plantea qué hacer ante este fenómeno y como tratar el Síndrome de Diógenes desde los servicios públicos y como realizar la prevención para evitar que el comportamiento de estas personas produzca graves riesgos para otras.

Si aplicamos los procedimientos de gestión de riesgos, la primera medida sería la identificación del riesgo, es decir reconocer e identificar aquellas viviendas en las que su ocupante, que generalmente vive en soledad, padece algunos de estos trastornos, síndrome de Diógenes o de acumulación, que acrecienta el riesgo de incendio generando una mayor peligrosidad para su persona y para sus vecinos.

El riesgo
Desde el punto de vista de la protección contra incendios el riesgo se magnifica pues la la carga de fuego se puede multiplicar por diez o más, convirtiendo toda la vivienda en una hoguera incontrolable, imposible de apagar:
-       se incrementan las posibilidades de inicio del incendio por haber material combustible por todas partes,
-       se multiplica la velocidad de propagación no solo por la gran cantidad de combustible, sino porque es imposible poder cerrar las puertas y limitar el incendio a una sola habitación.
-       Hay innumerables testimonios de los bomberos que han intervenido en estas viviendas que cuentan:
o   que la virulencia del incendio impedía toda aproximación
o   que era imposible avanzar por los pasillos para llegar al foco del incendio
o   que era imposible llegar a las ventanas para abrirlas y ventilar el fuego.

Por estas razones, este tipo de incendio suele acabar con la destrucción total de la vivienda y muchas de las viviendas colindantes.

Identificación
Esta identificación no es fácil, pues las personas que padecen estos síndromes no suelen tener mucho contacto social y evitan recibir visitas en sus viviendas, tanto de familiares y amigos como de sus vecinos. Si bien aquellos que padecen síndrome de Diógenes se pueden reconocer por su aspecto descuidado y sucio, otras personas que padecen del síndrome de acumulación compulsiva no llaman la atención pues no descuidan su higiene personal, ni su aspecto, por lo que resultan más difíciles de reconocer.
 
Me consta que hay casos en que el servicio de bomberos en las labores de extinción de incendios o un rescate o en cualquier actuación en que se accede a alguna vivienda y se encuentra con una situación de acumulación de objetos o basuras, se recoge en el parte de actuación para que pueda ser trasladado a los servicios sociales de ayuntamientos o diputaciones y se realice algún tipo de intervención. También los servicios de emergencia sanitaria suelen dar este tipo de alerta a los servicios sociales. A veces son los propios familiares los que denuncian una conducta irregular. En otros casos, cuando se trata de edificios de viviendas colectivas, es algún vecino o la comunidad de propietarios la que denuncia al ocupante de una vivienda por malos olores, o por presencia de roedores o insectos. La amenaza de denuncia o la denuncia ya interpuesta deteriora la convivencia del enfermo con su vecindario y a veces provocan arrebatos de agresividad en el denunciado con amenazas de dar fuego al inmueble o de otra índole que perturba aún más la convivencia. Debido al comportamiento agresivo de algunos afectados por el síndrome, a veces ningún vecino quiere presentar la denuncia por el temor a represalias.
 
Los médicos de familia pueden jugar un gran papel en la detección precoz de estos síndromes, especialmente en las visitas médicas a los domicilios, pudiéndose a partir de ahí iniciar un tratamiento psiquiátrico efectivo.
 
Una vez identificada la vivienda con este riesgo o a la persona con este síndrome hemos dado un paso importante en la prevención. Pero, ¿qué se puede hacer? Si no hay un tratamiento adecuado el comportamiento se volverá a repetir.
 
Intervención Policial
Si todos los intentos amistosos de acercamiento para tratar de resolver la situación han fallado solo se puede actuar tras una denuncia. Tras la denuncia suelen ser las policías locales las que intentan realizar una inspección en la vivienda junto con algún trabajador social o inspector de salud pública o sanidad, pero si la persona denunciada no abre la puerta o bien no permite el acceso a la vivienda, es entonces cuando se solicita por vía judicial la realización de una inspección (que suele ser autorizada) para comprobar la veracidad de los hechos denunciados y con posterioridad intervenir mediante la limpieza, y la asistencia social o el tratamiento médico correspondiente (En la siguiente entrega de este artículo daremos un repaso a la legislación que permite la actuación de los poderes y servicios públicos en estos casos).

Podemos pensar que cuando se produce una intervención de los servicios municipales y se limpia la vivienda ya se ha resuelto el problema, pero no suele ser así. Las limpiezas a fondo de estos hogares, como única medida, sin el consentimiento del dueño suelen fallar, pues los acumuladores suelen experimentar una angustia extrema y pueden apegarse más a sus posesiones. Se puede gastar dinero público en la limpieza y repetirse el problema al poco tiempo, repercutiendo negativamente al generar rechazo de ayuda en el futuro(3).

 
Tratamiento preventivo
Imagino que muchas de las personas que padecen estos síndromes consideran que su comportamiento les proporciona un beneficio y por lo tanto, lo ideal para prevenirlo o evitarlo sería convencer a quién padezca de estos síndromes de que sus hábitos son muy perjudiciales para él o ella. Pero se me escapa cómo podría conseguirse tal objetivo que supongo que corresponde definir y abordar a los expertos en trabajos de acción social y de la psiquiatría. Mientras tanto, la sociedad, la comunidad, y la administración y sus servicios públicos han de estar atentos para detectar estas conductas y evitar que puedan ser perjudiciales para los demás.
 
En algunos casos diagnosticados con Síndrome de Diógenes, se ha reportado que tras el ingreso del paciente en una residencia se ha producido una buena adaptación. En otros casos, de Diógenes pasivos, puede resolverse el problema mediante la limpieza diaria del hogar a cargo de otra persona. En ambos casos la compañía humana parece ser un buen antídoto.

Creo que aún está por demostrar si el síndrome de Diógenes propicia y determina un comportamiento solitario o bien es la soledad la que favorece la aparición del síndrome de Diógenes.

Se asegura que hay tratamientos psico-farmacéuticos con los que al parecer se obtienen buenos resultados.
 
Cómo evitar estas muertes
Es triste descubrir esta situación durante o después del incendio en el que ha muerto la persona que padecía este síndrome. A veces la acumulación es tan grande que impide a su ocupante la movilidad por la vivienda, teniendo obstruídos pasillos y puertas de salida que disminuyen gravemente la posibilidad de escapar de un incendio cuando este se produce.

Y ya no podemos hacer nada para prevenir esta muerte. Lo deberíamos haber hecho antes.

La tercera parte de este artículo tratará de la legislación aplicable al síndrome de acumulación.


(3) IOCD -International Obsessive Compulsive Disorder- Foundation. Boston. ¿Qué es el síndrome de acumulación compulsiva?

Publicado el 30 de abril de 2015

lunes, 27 de abril de 2015

Incendios y Síndrome de Diógenes (I)

En los estudios de víctimas mortales de incendio nos encontramos todos los años con que algunos de los incendios que ocasionan víctimas mortales han sido originados en viviendas repletas de objetos y/o basura y se recoge en los partes de intervención de los servicios de bomberos que sus ocupantes padecen el síndrome de Diógenes. Estos incendios sulen acabar con la destrucción total de la vivienda.
 
 
La mayor parte de esos incendios han afectado a personas ancianas por lo que, con el envejecimiento de la población, podemos esperar que estos casos vayan en aumento, si no hacemos nada. Aunque no siempre se trata de ancianos: el pasado 16 de marzo de 2015 un hombre de 51 años con “Síndrome de Diógenes” falleció en un incendio en su vivienda en una calle del centro de Palma, destruyendo 3 viviendas y afectando de forma importante a otras 7.
 
Tener consciencia de estos casos me ha llevado a intentar conocer algo más sobre los comportamientos asociados a este trastorno de la conducta, y reflexionar sobre si podemos hacer algo para prevenir estos incendios y en consecuencia evitar las víctimas que se producen que principalmente son los propios enfermos.
 
El síndrome de acumulación y el síndrome de Diógenes(1)
Aunque para los profanos estos nombres puedan resultar sinónimos veamos cuales son las diferencias. Según los estudios más recientes, en las sociedades desarrolladas estos síndromes podrían afectar entre el 2% y el 3% de la población.
 
El síndrome o trastorno de acumulación (TA)
Se trata de un trastorno del comportamiento descrito como la acumulación desordenada de objetos sin ningún fin con la incapacidad para desprenderse de ellos debido a su potencial utilidad. (No siempre está asociado con un trastorno obsesivo compulsivo-TOC-).
 
Bibliomanía: Grave riesgo de incendio por el aumento de la carga de fuego
Lo más común es la acumulación de papel -libros, periódicos y revistas viejas, apuntes, facturas, etc.-, comida, bolsas de plástico, y prendas de ropa y complementos –esto puede estar asociado a un comportamiento adictivo-, aunque en realidad se pueden acumular cualquier tipo de objetos: muebles, recipientes, botellas, herramientas, utensilios, etc. La acumulación consiste en invadir todos los espacios disponibles de la casa, armarios, altillos, pasillos, baños, rincones, las camas por encima y por debajo, hasta llenarla completamente de objetos impidiendo el tránsito normal por la misma.
 
La bibliomanía o acumulación de libros es un tipo de este síndrome. 
 
No se debe confundir el trastorno de acumulación con el coleccionismo de objetos, que sí que pretende un fin y que suele presentar una forma organizada y ordenada de guardar y exhibir las colecciones.
 
El síndrome de Diógenes (SD)
Se trata de un trastorno de la conducta caracterizado por el abandono personal y social. Este término se usó por primera vez en 1975. Se refiere a un patrón de conducta caracterizado por un abandono extremado del autocuidado: higiene, alimentación, salud y aspecto personal. Mayoritariamente se da entre personas ancianas aunque también se dan casos de personas más jóvenes -la edad no es un requisito definitorio-. Esta patología se suele asociar a una demencia.
 
Estas personas viven en la pobreza -aunque tengan recursos para evitarlo- y en un estado general de suciedad de sus casas acumulando basura orgánica con la consiguiente aparición de plagas de insectos, roedores, etc. También suelen observar comportamientos al margen de los convencionalismos sociales.
 
En este síndrome se describen dos tipos: el activo, que recoge objetos y basura y los acumula en su domicilio y el pasivo que simplemente se deja invadir por la acumulación de su propia basura.
 
Aunque se indica que estos enfermos no son conscientes de su enfermedad, deben de serlo en algún grado pues no suelen permitir el acceso a su vivienda y suelen realizar el acopio de objetos y basura en aquellos horarios en que no sean vistos por sus vecinos, llegando a tener un comportamiento huraño y solitario evitando el contacto con otras personas. Por todo ello, uno de los rasgos que presentan es el aislamiento social.

Síndrome de Noé: acumulación de animales

Una variante de este síndrome es el síndrome de Noé o acaparamiento de animales (principalmente gatos, perros y aves) sin capacidad para cuidar de ellos, lo que genera grandes molestias para el vecindario y problemas derivados para la salud pública(2).
 
Una persona con experiencia en intervenir en Síndrome de Diógenes me ha comentado que se ha encontrado con casos en que varias generaciones: abuela, madre, hija y nieta vivían en grave situación de acumulación por lo que me apuntaba que este comportamiento podría ser, sino heredado, sí trasmitido e imitado.  
 
Las consecuencias para la vida en comunidad y para la seguridad
No cabe duda de que solo el hecho de despreocuparse del cuidado personal lleva implícita la no observancia de las más elementales medidas de seguridad y entre ellas las de seguridad contra incendios. Pero, además de esta conducta de riesgo, hay un hecho que incrementa exponencialmente el riesgo de incendio de la vivienda y su propagación. Se trata de la acumulación en si misma de materiales combustibles como plásticos, papeles, y material textil que incrementa notablemente la carga de fuego en una vivienda favoreciendo que se inicie un fuego por la proximidad de la cocina, estufas y cualquier fuente de ignición a las sustancias combustibles almacenadas por cualquier lugar de la casa. Además, la acumulación de materiales por los suelos y rincones suele hacer impracticable el cierre de puertas por lo que el fuego una vez iniciado se propagará por toda la vivienda al no poderse cerrar una puerta. Por si fuera poco en el caso de que se produzca el incendio y los bomberos lleguen con inmediatez, estos no podrán atravesar los pasillos repletos de material combustible en llamas.
 
Otros riesgos  adicionales de estas viviendas con acumulación son el riesgo de caídas y de otras lesiones, como cortes y heridas, al estar todos los pasos obstruidos, además de todos los riesgos asociados a la falta de higiene, intoxicación alimentaria o con medicinas, etc.
 
 
(1)    Las investigaciones sobre estos síndromes han sido escasas hasta la última década por lo que algunas de las afirmaciones realizadas en este artículo pueden quedar desautorizadas por futuras investigaciones clínicas y psiquiátricas. Los estudios más recientes distinguen entre Diógenes primario, Diógenes con demencia senil y Diógenes secundario  o Diógenes pasivo, que para otros es un falso Diógenes.

(2)    Documentándome para este artículo he visto que se está empezando a hablar de un nuevo tipo que es el síndrome de Diógenes digital, que consiste en la acumulación compulsiva de archivos e información –música-películas, fotos, informes, etc.- en el ordenador o soportes digitales y que responde a los mismos patrones de conducta de acumulación descritos, aunque no veo que por el momento este comportamiento suponga un riesgo para la seguridad contra incendios o la salud pública o que pueda atentar contra la convivencia.

Publicado el 27 de abril de 2015.
 

lunes, 20 de abril de 2015

¿Preparados para Grandes Emergencias?

 
A propósito de la actuación de las autoridades francesas en el caso del avión Airbus A-320 de la compañía Germanwings estrellado en los Alpes franceses el 24 de marzo de 2015 (con un balance final de 150 fallecidos), todo han sido felicitaciones y parabienes a la gestión que han hecho los servicios públicos franceses de la catástrofe. Puesto que las felicitaciones han venido de todas las partes, incluidas las familias de las víctimas y el Gobierno español, hemos de aceptar que ha sido así (1).

Lamentablemente no podemos decir lo mismo de los dos anteriores accidentes aéreos en que se vio implicado el Gobierno Español: el YAK-42 que se estrelló en Turquía en 2003 con 62 militares españoles a bordo, y el accidente del avión MD-82 de la compañía española Spanair en el aeropuerto de Madrid el 20 de agosto de 2008 en que murieron 154 pasajeros (2).
La gran pregunta
La pregunta que se nos ocurre de inmediato al comparar la gestión de las autoridades españolas y francesas es: Si se reconoce que FRANCIA tiene una gran organización de emergencias. ¿Por qué no la copiamos?
No es más caro, a los contribuyentes nos resultaría bastante más barato. La duplicidad de organizaciones que operan en una emergencia en España resulta ineficiente.
Una hipótesis de trabajo
Hace un tiempo preparando una ponencia en una ciudad portuaria para un curso de la Universidad de verano, sobre la coordinación (o sobre la descoordinación) en las grandes emergencias y aprovechando que España se está convirtiendo en un país de grandes cruceros marítimos, presenté una hipotética situación: un accidente marítimo de un barco crucero en nuestra costa. Algo así no es ciencia ficción, ocurrió en el buque Costa Concordia naufragado en 2012 en la costa italiana frente a la Isla Giglio (de poco más de 1.500 habitantes), en Toscana, lo que requirió la evacuación de los más de 4.000 pasajeros y tripulantes a bordo, superando los rescatados en mucho el número de la capacidad de albergue de la isla. Este caso me sirve ahora para realizar unas disquisiciones sobre la complejidad de la coordinación en un accidente de este tipo y para preguntarnos sobre la preparación que tenemos en España para afrontar un incidente similar.

Pensemos en una ciudad portuaria española, zona marítima y turística por la que pasan y atracan un buen número de buques de pasaje; imaginémonos un accidente –colisión con otro barco mercante y hundimiento del crucero (con o sin incendio)- con cientos o miles de pasajeros a bordo mientras realiza la maniobra de entrada o salida del puerto.

Veamos ahora las autoridades, instituciones, organizaciones, entidades y otras personas que podrían intervenir en el siniestro:
1.     El Capitán del barco afectado.
2.     Los Capitanes de los buques próximos.
3.     El Capitán marítimo -Capitanía marítima-.
4.     El Director del puerto -Autoridad portuaria-.
5.     El Capitán del Puerto Deportivo -Comodoro-.
6.     El Director General de la Marina Mercante y Salvamento Marítimo.
7.     El Alcalde del municipio donde ocurre el accidente y su organización de Protección civil.
8.     Los Alcaldes de los municipios próximos y sus Protecciones civiles.
9.     El Subdelegado del Gobierno y su estructura de Protección civil.
10.   El Delegado del Gobierno en la Comunidad Autónoma.
11.   El Presidente de la Comunidad Autónoma.
12.   Protección Civil de la Comunidad Autónoma.
13.   Los Centros de recepción de llamadas 1-1-2.
14.   Cuerpos de Bomberos municipales.
15.   Cuerpos de Bomberos provinciales.
16.   Cuerpos de Bomberos autonómicos.
17.   Cuerpos de Bomberos de empresas privadas.
18.   Lanchas de Salvamento marítimo y Compañías de remolcadores.
19.   Policías Locales municipales.
20.   La Policía Autónoma.
21.   Guardia Civil -Guardia Civil del Mar-.
22.   Policía Nacional.
23.   La UME.
24.   Cruz Roja Española y Cruz Roja del Mar.
25.   Embarcaciones de vigilancia fiscal –Hacienda-.
26.   Organizaciones y Asociaciones humanitarias y de socorrismo.
27.   Ambulancias de emergencia sanitaria –061-.
28.   Sanidad Exterior.
29.   Autoridades de Inmigración.
30.   Autoridades de Medio Ambiente.
31.   Servicios de asistencia y acción social.
32.   Grupos de voluntarios.
33.   Medios de Comunicación.
34.   Políticos.
35.   Espontáneos.
36.   Curiosos.
37.   Instituto de Medicina Legal (Forenses).
38.   El Juez.
39.   Las Autoridades religiosas.
40.   Las distintas embajadas y consulados de los países de las víctimas.

A todos los mencionados se pueden sumar otras cuantas entidades particulares que se presentan en el lugar cediendo sus medios para colaborar.

¡Menudo lío! A nadie se le escapa que un accidente de esta magnitud con este número de autoridades, agencias y agentes queriendo ayudar será poco menos que caótico. Las autoridades nacionales de protección civil, poco expertas en gestión de accidentes marítimos (tan duchos en las cuestiones marineras como el Duque de Medina-Sidonia comandante de la Armada Invencible) poco podrían hacer (acordémonos del Prestige).

Sin embargo, a pesar de nuestra falta de previsión y planificación, un accidente marítimo como el que ocurrió al Costa Concordia podría ocurrir en nuestras aguas el día menos pensado. El accidente marítimo, en sí mismo, puede ser una competencia del Ministerio de Fomento, las Autoridades portuarias o Capitanías marítimas, pero el acogimiento, atención y albergue de miles de pasajeros náufragos es una competencia ineludible de protección civil.
 
Consejos
Así pues, me voy a permitir un par de consejos para nuestras autoridades de Madrid y de las CCAA:
1º.- Una gran aportación a la coordinación que podrían hacer nuestras autoridades sería simplificar o reducir el número de servicios de emergencia existentes en el Estado. ¡Como en Francia!
2º.- Las autoridades de protección civil deberían ir pensando en una Directriz básica para estos accidentes marítimos que tienen grandes repercusiones en tierra. ¡Ahora, antes de que ocurran!
 

martes, 14 de abril de 2015

Accidente y rescate en Marruecos


 
El trágico accidente de tres montañeros españoles  en el Atlas marroquí que se ha saldado con la lamentable muerte de dos de ellos, ha levantado una polvareda mediática sobre el asunto: acusaciones de asesinato, escasez de recursos, rescate chapucero, descoordinación, falta de colaboración de las autoridades españolas, etc., etc. Un par de semanas después del suceso analizamos los hechos y las reacciones producidas sin el apasionamiento de los primeros momentos.
 
Aprovechando la semana santa un grupo de nueve españoles salieron de Sevilla hacia Marruecos a finales de marzo para disfrutar de unas vacaciones que incluían la práctica de deportes de riesgo. Se separaron en dos grupos siguiendo rutas distintas quedando en reencontrarse el martes 31 de marzo. Los tres espeleólogos, Juan Bolívar, Gustavo Virúes y José Antonio Martínez se dirigieron por la cordillera del Atlas junto a un guía.
 
Llegado el martes, compareció tan solo el guía al lugar de la cita, la localidad de Taghrafet, por razones que se ignoran y el miércoles, 1 de abril, los españoles denunciaron a las autoridades de Marruecos la desaparición de sus compañeros notificándolo también al Consulado español en Casablanca. Al parecer, de forma inmediata las fuerzas de seguridad marroquíes iniciaron la búsqueda de los desaparecidos.
 
El jueves 2 y el viernes 3 de abril, la niebla existente limitó las actividades de búsqueda con helicópteros.
 
El sábado 4 de abril, por la mañana fueron encontrados en un acantilado en Uarzazate cuando Gustavo Virúes ya se encontraba muerto desde el momento del accidente. Las características del terreno no permitían el aterrizaje que se hubo de realizar a una hora de camino, aproximadamente (según fuentes del Ministerio del Interior). Al llegar al acantilado donde estaban los espeleólogos, se encontraron con un desnivel de 200 metros y la nieve y el estado en que se encontraban los españoles retrasó la operación de rescate hasta el domingo 5 de abril.
 
Los rescatadores marroquíes emplearon más de 24 horas para poner a salvo a Juan Bolívar, único superviviente, quién colaboró en su propio rescate, y fue atendido y trasladado al hospital.
 
El domingo 5 de abril, se informó que José Antonio Martínez había fallecido el sábado por la gravedad de sus heridas (fractura en una pierna y contusión en la cabeza).
 
Las autoridades españolas ofrecieron colaboración y apoyo a los marroquíes desde el miércoles día 1 de abril, pero no recibieron su autorización hasta el domingo cuando ya no había nada que hacer, más que rescatar los cuerpos de los dos fallecidos, lo que se hizo el lunes entre los dos equipos.

 
Hasta aquí, más o menos, los hechos ocurridos de forma sintética. Y a partir del regreso a España del montañero superviviente y de sus declaraciones y las de los familiares de los fallecidos es cuando surgen las críticas y los reproches y el debate sobre el comportamiento de las autoridades españolas y marroquís y sobre la tardanza de los servicios de rescate y sus carencias, tachando el rescate de chapucero. Por su parte, las Autoridades de Marruecos han acusado a los españoles de imprudentes.
 
Hemos de lamentar, por supuesto, los hechos, que acaban con dos víctimas mortales y desear que nunca vuelvan a ocurrir, lo que nos debe llevar a reflexionar sobre lo ocurrido.

 
Declaraciones del superviviente
Según las propias declaraciones del superviviente Juan Bolívar, cuando ascendían a pie por un cañón se encontraron con una catarata, viéndose obligados a realizar una pequeña escalada y que debido al ruido de la catarata no se entendieron en las instrucciones sobre las cuerdas por lo que se produjo el accidente cayendo sus dos compañeros, quedando uno muerto y otro herido.
 
Cuenta que cuando le lanzan una camilla para que ate a su compañero reconoce que no sabe hacer eso y dice: "no he puesto una camilla en mi vida”, por lo que bajó un miembro de la gendarmería que ató la camilla con José Antonio Martínez y la puso en un lugar en que rescatador y rescatado se precipitaron bajo la catarata. El miembro de la gendarmería marroquí se puso a salvo y dejó a José Antonio en el cauce de agua con la cabeza fuera del agua donde finalmente falleció. La autopsia realizada en Granada ha descartado que la causa de la muerte fuese la caída, por lo quedan abiertas las posibilidades de que falleciese por ahogamiento o por hipotermia.
 
No puedo dudar de la buena voluntad y disposición de los miembros del equipo de salvamento, que seguro que intentaron hacerlo lo mejor posible con los medios y formación de que disponían, pero todo parece indicar que los medios para el salvamento eran inadecuados y que el rescate, con los conceptos que manejamos en nuestros país, puede ser calificado como “chapuza”.
 
 
Algunas preguntas
Según varias informaciones los españoles eran montañeros experimentados pero me pregunto si ese calificativo implicaba una alta capacitación para la práctica segura de deportes de riesgo.
 
Dando por ciertas las explicaciones del superviviente, de que no se entendieron en el manejo de las cuerdas de escalada en las condiciones de ruido en las que lo realizaron, me pregunto si estaban suficientemente preparados para garantizar su propia seguridad en las condiciones en las que se veían obligados a realizar la escalada. ¿A la vista de sus problemas  de comunicación, no habría sido lo prudente intentar la escalada en otro lugar donde pudieran entenderse?
 
También me pregunto ¿dónde otorgan el título de “experto montañero” o espeleólogo a personas que nunca han realizado una práctica de rescate o auto-salvamento en que hayan tenido que aprender a atar y asegurar una camilla con un herido?.
 
Otras preguntas que me hago son:
-         ¿Por qué el Estado español en este caso ha roto su protocolo de no intervención en rescates en otros países?
-         ¿Ha sido porque dos de los españoles eran del Cuerpo Nacional de Policía y uno de ellos Inspector jefe?
-         ¿Supone esto que en sucesivos accidentes de españoles en el extranjero se irá en su rescate aunque no pertenezcan a las Fuerzas de Seguridad del Estado?
-        ¿Por qué van los GEO si no son un cuerpo de rescate?
-     ¿Es corporativismo que para rescatar policías se movilicen policías?
 
 
Acusaciones a los gobiernos
Las acusaciones de que el gobierno español no ha hecho nada, no son ciertas. El Ministerio de Asuntos exteriores quiso intervenir desde el primer momento y con medios del Ministerio del Interior: Guardia Civil y GEO. Al menos en este caso al gobierno no se le puede acusar de inacción.
 
Y aquí cabe otra gran pregunta. ¿Tiene el Gobierno obligación de intervenir en los rescates en el extranjero? Lo habitual es que no lo haga; de la misma manera que cuando el accidente le ocurre en España a un ciudadano francés o inglés, no vienen los franceses ni los británicos a realizarlo. Recomiendo la lectura del artículo de Ignacio Escobar director del diario.es “¿Hay espeleólogos de segunda categoría?”.
 
En cuanto a las acusaciones a Marruecos, por no permitir la intervención española, se ha de tener presente que cada país es soberano para organizar sus servicios públicos y Marruecos actuó de la misma manera que habría actuado el Gobierno español si el accidente lo hubiesen tenido unos marroquíes en España. Incluso, cedió a la presión española permitiendo la intervención de las fuerzas policiales españolas en territorio marroquí, lamentablemente, cuando ya era tarde para salvar a los dos fallecidos.

 
La responsabilidad del accidente
Todos los aventureros deben saber que la responsabilidad de un viaje es de la persona o personas que lo realizan, y en el caso de los deportes de riesgo todos los peligros y sus consecuencias son asumidos de forma voluntaria y han de ser evaluados de forma previa al viaje con una planificación y considerando todos las contingencias posibles, es decir todo lo que puede salir mal. En primer lugar para estar seguros que aceptamos esos riesgos y que a pesar de ellos queremos realizar esa actividad y en segundo lugar para saber minorarlos y saber qué hacer cuando ocurra cada contingencia analizada.
 
Cuando se va a otros países con un nivel de desarrollo de sus servicios públicos inferior al nuestro se ha de ser consciente que no podemos esperar las mismas reacciones, ni los mismos medios, ni la misma preparación para ayudarnos. También se ha de ser consciente de los enormes costes que puede suponer un accidente en algunos países con un rescate, una hospitalización y una repatriación, que podrían ser superiores a los 50.000€. Esto puede ser cubierto mediante la contratación de un seguro, pero la pérdida de la vida como se sabe es irremediable.
 
Tomando como referencia los incendios, sabemos que la atribución de responsabilidades por los daños de los incendios ha sido sometida a muchos juicios penales. Después de unos cuantos fallos judiciales podemos obtener la conclusión de que el bombero nunca puede ser el principal responsable de los daños del incendio por no apagarlo bien o no impedir su propagación, o por no adoptar las medidas óptimas. El culpable de los incendios es el que los origina de forma intencionada, o por descuido o por negligencia, pero no el bombero. Lo mismo sirve para otros accidentes.
 
 
¿Conclusión?
Puede ser comprensible la rabia de quienes han perdido un ser querido y que en un arrebato quieran culpabilizar a cualquiera del fatídico resultado del accidente. Siempre son de lamentar las víctimas que se producen por los accidentes, pero me parece muy injusto culpar a los rescatadores. 
 
Ojalá, lo ocurrido pueda servir de lección a todos y ayude a evitar otras muertes en el futuro.

Fecha de publicación, 14 de abril de 2015