En la noche del 24 de junio de
2014 se produjo un accidente grave en las fiestas de San Joan, en Ciudadella,
en la isla de Menorca (Islas Baleares).
Un jinete al galope colisionó con un
joven que al parecer no guardaba la distancia de seguridad y se desequilibró
impactando contra un matrimonio catalán jubilado. Matrimonio y jinete resultaron
heridos y hospitalizados. La mujer de 66 años, quedó inconsciente, fue trasladada
a un hospital de Mallorca y falleció cinco días después.
La familia de la fallecida,
además de quejarse por la mala gestión municipal del accidente y del abandono (dicen
que hasta tres días más tarde no consiguieron hablar con algún responsable municipal),
ha anunciado que denunciará al Ayuntamiento exigiendo responsabilidades por el
accidente y para que se mejore la gestión de la seguridad en las fiestas.
Una semana después, el alcalde de Ciudadella, en un gesto que le honra, ha anunciado su decisión irrevocable de dimitir, asume “la responsabilidad de lo ocurrido” y reconoce que “hay cosas que se han hecho mal”.
Planificación de la seguridad
Este suceso nos trae a la
palestra nuevamente el debate sobre la seguridad de las fiestas y festejos
populares. Como todo el mundo sabe, la seguridad de este tipo de festejos es
una responsabilidad del organizador, o sea, del ayuntamiento. Pero, suele pasar
que las administraciones son muy rigurosas cuando han de exigir el cumplimiento
de la ley y las normas a los demás y poco escrupulosas cuando se han de aplicar
la ley ellas mismas. No dudan en permitir un acto o no autorizar un espectáculo
cuando se incumple el aforo, pero el propio ayuntamiento no adopta las medidas
necesarias cuando se concentran miles de personas y se generan situaciones de
riesgo elevado. Muchos festejos de ciudades españoles alcanzan concentraciones
multitudinarias, buscadas y deseadas por los responsables municipales, para las
que no se han planificado servicios públicos suficientes. Muchos concejales y
alcaldes alardean públicamente que cada año tienen más miles de participantes
en su festividad, sin que los recintos festivos estén preparados para una
masificación mal prevista, ni dispongan de un somero análisis de riesgos, ni
plan de autoprotección riguroso. Son demasiados los festejos que son atendidos
exclusivamente por personal voluntario, que sin desmerecer su trabajo, hacen
más de lo que les corresponde.
Ojalá, Ciudadella sirva de
ejemplo este año, no para que dimitan los alcaldes, sino para que sean
conscientes de que sus fiestas patronales pueden entrañar un riesgo para los ciudadanos
y que su obligación es que nadie que vaya a disfrutar de ellas salga lesionado
o, peor aún, que pierda la vida.
¡Así que, a poner medidas de prevención!
Publicado el 3 de julio de 2014
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