lunes, 27 de octubre de 2014

Muertos por incendio en los pueblos


En el estudio “Víctimas de incendio en España 2011” elaborado por la APTB y la FUNDACIÓN MAPFRE se analizó una nueva variable que no había sido considerada en los estudios anteriores. Me refiero al tamaño de las ciudades en que ocurren las muertes por incendio y explosión.
 
Para eso se realizó una clasificación de las poblaciones españolas en función del número de habitantes. Se establecieron los siguientes siete rangos: menos de 1.000 habitantes, de 1.000 a 5.000 hab., de 5.000 a 20.000 hab., de 20.000 a 50.000 hab., de 50.000 a 100.000, hab., de 100.000 a 500.000 hab. y más de 500.000 habitantes. Una vez realizado esto y asignado el número de víctimas mortales por incendio a cada tramo de población se obtuvieron los resultados que se recogen en el gráfico siguiente, observándose que estos datos absolutos no aportaban ninguna información relevante.

 


Por tanto, se consideró que para obtener un indicador adecuado y útil habría que calcular el índice de muertos por millón de habitantes para cada rango poblacional. Esto se presentaba un poco más laborioso y para ello que hubo que conseguir los datos del número de habitantes que tenía cada uno de los tramos y correlacionarlo con el número de muertos. Los resultados, que se muestran en el siguiente gráfico del “Índice de muertos por millón de habitantes según el tamaño de la población”, fueron reveladores.


Resulta curioso observar en el gráfico, cómo el índice de muertos por millón de habitantes aumenta de forma progresiva según disminuye el tamaño de la población. Aunque quizás algunos pudieran haber intuido este fenómeno, nunca antes habíamos tenido esta certeza de forma estadística.
 
A la vista de los resultados expuesto podemos afirmar con rotundidad que desde el punto de vista de la seguridad contra incendios vivir en una pequeña población, menor de 1.000 habitantes, es mucho más peligroso que vivir en una gran ciudad: exactamente se tienen cinco veces mayor riesgo de morir en un incendio en un pueblo que una gran capital. Como se aprecia claramente ya en las ciudades de menos de 20.000 habitantes aumenta este riesgo, pero en las de menos de 5.000 habitantes el riesgo se duplica y en las poblaciones de menos de 1.000 habitantes se dispara.

Este hallazgo ha de tener una gran repercusión en los servicios de bomberos, especialmente en los más sensibles a la sociedad que protegen, y que cuentan con departamentos de prevención de incendios o desarrollan campañas de prevención para la población. También para las agrupaciones de voluntarios de protección civil muy arraigadas en el ámbito rural que suplen con su actividad altruista lo que no hacen muchos bomberos profesionales: prevención. Todos aquellos que, entre sus tareas, desarrollen campañas de información a los ciudadanos habrán de tener esto presente. La divulgación en materia de prevención de incendios se debe dirigir en primera instancia hacia los sectores de población más vulnerables, pues ahí es donde obtendremos la mayor eficiencia de nuestras acciones preventivas. Y aquí hemos identificado un gran sector de población que tienen mayor riesgo: los habitantes de las poblaciones de menos de 1.000 habitantes. Así que cuando se planifiquen las campañas de divulgación tengamos esto en cuenta: empecemos por los pueblos.

Con campañas de prevención en los pueblos y ciudades más pequeñas para educar a sus habitantes en cuestiones relacionadas con los riesgos de incendio, no solo conseguiremos que haya menos incendios sino reducir sus efectos.

Un ejemplo de lo que estoy diciendo es la campaña de prevención lanzada por el Consorcio de Bomberosde Valdeorras en Ourense sobre la limpieza de chimeneas con la distribución de 3.000 trípticos, o el anuncio de la Diputación de Castellón en la presentación de la Semana de la Prevención de Incendios que los mayores de 70 años que vivan solos en los pueblos de Castellón pueden solicitar que los bomberos les instalen un detector de incendios. Este es el cambio de paradigma para transformar un modelo de bomberos pasivos en un modelo de bomberos preventivos al servicio de la comunidad.

Publicado el 27 de noviembre de 2014

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3 comentarios:

  1. Javier
    Efectivamente la extrapolación de datos estadísticos es la que es, lo cual no quiere decir que se puedan sacar conclusiones claras. Salvo error por mi parte, en la estadística que manejas (Mapfre 2011) hay TRES personas fallecidas por incendio en el País Vasco con lo cual podemos extraer los datos que queramos. Esto es, por ejemplo, que hay tres localidades más peligrosas que el resto, etc. Recuerdo, hace muchos años, estando en el Servicio de Planificación del Departamento de Protección Ciudadana del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, que en un estudio que me dieron figuraba que el 100% de asesinatos en la ciudad se producían en el Casco Viejo. Efectivamente era así, había ocurrido UNO y era en el Casco Viejo. Creo que aunque los datos indican lo que comentas, se precisa analizar muchos más años para manejar cifras de cierto tamaño a fin de que nos indiquen tendencias. Este año (2014) en Euskadi, si los datos no me fallan, tenemos contabilizadas DOS víctimas por incendio, ambas en localidades de más de 100.000 habitantes. Pocas conclusiones podemos sacar en cuanto a sus datos.
    Un saludo

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  2. Si Pedro,
    Tus comentarios sobre la interpretación de las estadísticas son absolutamente ciertos. Esto que comentas es lo que ocurre cuando la pobalción sobre la que se realiza el muestreo o encuesta es relativamente pequeño o cuando el periodo de observación es reducido. Como muy bien expresas, un solo año no es suficiente para observar tendencias.
    Está claro que extrapolar los datos obtenidos en un año de una población pequeña hacia otra mayor, como puede ser de Vitoria-Gasteiz a Euskadi o de Euskadi para el resto de España, sería un error. Sin embargo, si puede resultarnos útil aplicar para una comunidad autónoma las conclusiones generales obtenidas en el estudio de toda la población española, salvando las diferencias geográficas, climáticas y sociológicas que pueda haber entre ambas poblaciones comparadas.
    Mantengo el criterio de que para obtener conclusiones rigurosas de una población como España es necesario el estudio de los datos de 3 años consecutivos y para obtener tendencias con una aproximación fiable en una población pequeña (2 millones de habitantes) como Euskadi es necesaria una observación estadistica de al menos cinco años consecutivos. Para una capital, el periodo de observación debería ser de 10 años. Por eso defiendo continuamente, ante quien me quiera escuchar, que cuanto antes iniciemos desde las administraciones la recogida de datos rigurosos y de calidad antes podremos conocer nuestra realidad y poder reaccionar y actuar en la dirección adecuada para reducir las pérdidas.
    En el caso que comento en esta entrada sobre muertos en incendios según el tamaño de la población cuento con la ventaja de que conozco los resultados de los estudios de víctimas de incendio de los años 2012 y 2013 que serán hechos públicos por la FUNDACIÓN MAPFRE este mes de noviembre y que apenas se desvían de los datos expuestos para 2011. Por eso he podido realizar algunas aseveraciones que de otra forma habrían sido muy arriesgadas.

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